enero 26, 2021

UN LIBRO LÍMBICO


Les comparto una reseña bellísima que el escritor y periodista venezolano Alberto Hernández escribió sobre mi Límbica (El Taller Blanco, 2020).

 

Qué lindo es saber que lo que alguna vez escribimos, quizás en un momento de angustia o de incomodidad o de agotamiento, ahora anda por el mundo causando cosas, haciendo que sea digno de reseñar o de comentar con otrxs. Agradezco esto infinitamente. Y gracias también siempre a ustedes por leer, por acompañarme de esta tan maravillosa manera.

 

 

RESEÑA DE LÍMBICA (EL TALLER BLANCO, 2020), DE VANESA ALMADA NOGUERÓN, POR ALBERTO HERNÁNDEZ*

 

I

En un sitio donde la exactitud prescribe el Alfa y el Omega, en ese lugar, están las emociones. Es la zona donde se imbrican las tentaciones, el orden o el desorden, el sí o el no, pero más éste último, encajado en las maniobras que son capaces de resolver el sentido de las palabras, el curso de los ríos subterráneos, o la sensación de estar vivos. El sí, por su parte, se afirma él mismo, se disuelve en su seguridad, en su propio mundo resaltado de símbolos donde la «verdad» tiene sus límites.

Esa parte del cerebro donde anidan las emociones es también lugar para las palabras que conmueven o silencian el mundo. Es el espacio para la preparación de la sintaxis de los sentidos: la conjuración de todo lo que está y no está.

Límbica es el libro de poesía de Vanesa Almada Noguerón, publicado por El Taller Blanco Ediciones, en la Colección Voz Aislada, en Cali / Colombia, el pasado octubre de 2020. Textos que resultaron finalistas en el VII Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero en Ecuador, ese mismo año.

Decimos de un libro que se recoge desde una «verdad» que se niega, desde «toda la euforia» de unos versos muy bien logrados y que arriban a una poesía que se destaca por su densidad, brillo e inteligencia. Es un libro límbico, emocionante y emocionado. Pero también la palabra «límbico» podría aludir a aquella que Dante recoge desde su catolicismo épico: el Limbo, la región donde se limpian los pecados, el sitio por donde pasan los que habrán de llegar al paraíso, la utopía que destaca ese no vibrante del no creyente. Y, aunque no tenga nada que ver con este libro, el sitio del viaje hacia el lugar predestinado previene de algún olvido: Límbica es la ¿verdad?, es la poesía, es también el final de todo y, como el inicio, podría revelarse negado.

 

II

Victoria de Stefano, en su Poesía y Modernidad, Baudelaire (1984), destaca que «el arte no puede renunciar a la desrealización de su entorno, a pesar de todo su realismo, pero tampoco puede prescindir del elemento sensible que se expresa en el lenguaje sensible de las cosas sensibles y que se modela a partir de las cosas mismas.»

La palabra «sensible», subrayada, por ser de los sentidos, por estar en ellos y ser ellos los canales: las emociones tienen en lo sensible el espacio para equilibrar tanto los significados como lo que reflejan. En tal sentido, la poesía es una sensación, una sensibilidad que desemboca en los sentidos, anclados en las emociones, en el lugar límbico, que es su punto de origen. No hay extravío, no hay limbo para resarcir las heridas o borrar las palabras proferidas. La poesía, como toda teoría, es una práctica emocional, cerebral, destinada al espíritu. No habrá espacio que la quebrante. La intermediación de un limbo avisa de su ubicación entre la realidad y los ensueños.

 

III

La voz de la poeta se desliza por estas líneas: «dan ganas de un poema encontrado en la ranura nunca antes vista / de tu biblioteca», y, así, entre la papelería que tapiza las paredes, «todo lo que existe», proviene de allí, de esas voces ocultas, límbicas, que se asumen verdad o realidad, entreveros, «mientras rotás las páginas / la deformidad del libro se va emancipando», degradando «la forma no geométrica», hasta dar con el sabor que la lengua anda buscando, con la mirada que el ojo ha imaginado, con el sonido que el oído ha captado: la poesía como abordaje es todos los sentidos.

Viaje-lectura por esa biblioteca que muestra parte del universo. Viaje porque la poesía permite asirse de todos los tiempos verbales y vagar por sus distintos paisajes. Esa forma geométrica avisada en el poema permite decir que: «estamos pensando en cortarle los brazos a las estatuas / aunque no seamos griegos», toda la libertad para expresar las imágenes que vengan, desde donde vengan tendrán cabida en referentes culturales.

De allí que «escribir es desprotegerse», quitarse las máscaras, los atavíos y avíos del viaje, los pesos de la falsa conciencia, el peso de la historia, y descargar toda la fuerza de las palabras en la imaginación.

«Es una broma. / No sé cómo se puede escribir sin usar por lo menos uno de tus siete apocalipsis»: siete es el número cabalístico y he allí, sin protección, los apocalipsis, el último libro del Gran Libro, por donde circulan los miedos y el misterio del fin, según esas palabras antiguamente escritas.

La voz de esta poesía duda, pregunta sin dejar respuesta: «No sé adónde me habré ido / pero es cierto que no estoy». Y sostiene la siempre presencia del que nos mira desde la perspectiva del reflejo: la otredad, la alteridad, el que nos vigila, el espejo y lo otro, oculto o a la intemperie del espíritu, tan ajeno como propio.

 

IV

El tiempo juega a favor o en contra. Se ajusta a los rigores de su propia anatomía. El tiempo tiene cuerpo visible en el cuerpo físico, en el comienzo y en el final. El alfa y el omega. En el «presente perfecto»: «somos / fuimos», hemos sido. Y habrá que buscar su futuro: seremos en alguna ranura de esa biblioteca, en las palabras extraviadas, coherentes con el laberinto, con la pérdida, con la sonoridad interior, la cerebral y la de los vientos.

De allí que la voz poética diga: «espectar es el único verbo imaginario que nunca miente». La espera, la construcción de lo que habrá de venir, de lo que es y ha sido, o de lo que no es: la poesía no prestigia seguridad alguna. Siempre será una duda.

 

V

El ingenioso Julio Cortázar entra en este juego. La poeta visita «Continuidad de los parques» y de su boca sale: «¿para qué el libro que habla de finales?». Un poema nunca termina, un libro tampoco. Siempre habrá una palabra que designe la continuación de ese viaje por el parque de las páginas. La pregunta queda enlazada con el Omega, que tendrá su Alfa una vez que el comienzo sirva para darle cuerpo al infinito. Como en los sueños.

 

VI

Límbica es un libro que versa y conversa con él mismo, que dialoga con quien busca en su interior el lugar más cercano a los motivos que hacen posible el tiempo, ese misterio que se mueve en todos y fabrica ilusiones. Y también dudas: los «verbos imaginarios» de la espera.

 

 

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*Alberto Hernández (Venezuela, 1952). Poeta, narrador y periodista. Premio IPASME (Caracas, 1989). Realizó estudios de postgrado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar. Fundador de la Revista Literaria Umbra. Colabora en diferentes revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Ha publicado La mofa del musgo (1980), Última instancia (1985), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1998), El poema de la ciudad (2003) y Puertas de Galina (2010), entre otros libros de poesía, cuento y ensayo. 

enero 25, 2021

THE WAVES


El sol aún no se había alzado. Sólo los leves pliegues, como los de un paño algo arraigado, permitirían distinguir el mar del cielo. Poco a poco, a medida que el cielo clareaba, se iba formando una raya oscura en el horizonte, que dividía el cielo del mar, y en el paño gris aparecieron gruesas líneas que lo rayaban, avanzando una tras otra, bajo la superficie, cada cual siguiendo a la anterior, persiguiéndose una a otra, perpetuamente.

 

Al acercarse a la playa cada barra se alzaba, se amontonaba sobre sí misma, rompía, y se deslizaba un sutil velo de agua blanca sobre la arena. La ola se detenía, y después volvía a retirarse arrastrándose, con un suspiro como el del durmiente cuyo aliento va y viene en la inconsciencia. Poco a poco, la oscura raya en el horizonte se aclaraba, como si las partículas suspendidas en una vieja botella de vino hubieran descendido al fondo, dejando verde el vidrio. También más allá se aclaraba el cielo, como si el blanco poso hubiera descendido, o como si el brazo de una mujer recostada bajo el horizonte hubiera alzado una lámpara, y planas barras blancas, verdes y amarillas se proyectaban en el cielo, como las varillas de un abanico. Entonces, la mujer alzó más la lámpara, y el aire pareció devenir fibroso y apartarse de la verde superficie, chispeante y llameando, en rojas y amarillas hebras, como el humeante fuego que ruge en una hoguera.  Poco a poco, las hebras de la hoguera se fundieron en un resplandor, en una incandescencia que alzó el peso del gris cielo lanudo, poniéndolo encima de él, y lo convirtió en millones de átomos de suave azul. La superficie del mar se hizo despacio transparente, y estuvo destellante y rizada hasta que las oscuras barras quedaron casi borradas. Lentamente, el brazo que sostenía la lámpara la alzó más, y después más, hasta que la ancha llama se hizo visible. Un arco de fuego ardía en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar lanzaba llamas doradas.

 

Virginia Woolf. Las olas (frg.), 1931.


enero 22, 2021

FLOTAR!


100 Poetas Argentinxs!

 

Enormemente agradecida con Proyecto Camalote por la inclusión en esta hermosa Antología, que muy pronto estará en librerías amigas y que incluye tremendos poemas de Alicia Genovese, Andi Nachon, Belén Zavallo, Ezequiel Zaidenwerg, Flor Codagnone, Gabby De Cicco, Gustavo Tisocco, Jimena Arnolfi, Laura Kiener, Lourdes López, Sandra Gudiño, Tomás Litta y Washington Atencio, entre otrxs! 



                        


enero 18, 2021

ETIME

 

Un libro hermoso y muy particular que reseñé para Liberoamérica / conozcan Etime, de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán 👏

 

«Hay una especie de sub-realidad sesgada que nos envuelve cada vez que leemos un libro de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán (Madrid, 1961). Un cordón virtual de espejismos y de revelaciones lúdicas que hacen las veces de puente, como si de una pasarela por donde hacer desfilar nuestra intuición y nuestros propios mecanismos y engranajes retóricos se tratase.

Tal es el caso de Etime (El Sastre de Apollinaire, 2020), un libro que acredita, desde la experimentación, la superposición, el montaje fotográfico y el collage, viejas y nuevas maneras de decir poesía, modos transversales de poner a funcionar el espacio textual.»

 

RESEÑA COMPLETA EN 👉 LIBEROAMÉRICA


enero 16, 2021

VI FESTIVAL DE POESÍA DE ARROYO LEYES

 

 Un poema para el VI Festival de Poesía de Arroyo Leyes (Santa Fe, Argentina):

 

  

Sólo sabe guardar secretos para evitar quemar puentes. 

Denise Griffith (Buenos Aires, Argentina, 1993)

 


en el armario la humedad no cesa

se pudren los zapatos

las cajas de cosméticos

los conjuntos eróticos y el saco armani

de alta costura

 

acercar el fuego no va a mitigar

este trastorno acuoso

su asistencia resulta ahora

poco útil

 

en el armario tu desdén

no cesa

acerca del uso abusivo de palabras

fuera de moda decir

que de cualquier manera van a seguir apareciendo

en los diccionarios

 

la libertad consiste en acercarse al espejo

y sin mirar

reconocernos

será por eso entonces

que para jugar el juego de la piedra libre

cerramos los ojos

 

ocultarse es en realidad

desprotegerse

 

acerca del uso abusivo del armario revelar

aquello que por obvio nunca se descubre

a tiempo

 

guardar secretos

es igual a guardar

la ropa seca:

tarde o temprano

habrá que volver a arrastrarla

hacia lo que es vulgar

y está desnudo




enero 09, 2021

¿QUÉ REPRESENTA LA HEMBRA EN EL REINO ANIMAL?


¡Lo vuelvo a compartir!

 

«¿La mujer? Es muy sencillo, afirman los aficionados a las fórmulas simples: es una matriz, un ovario; es una hembra: basta esta palabra para definirla. En boca del hombre, el epíteto de “hembra” suena como un insulto; sin embargo, no se avergüenza de su animalidad, se enorgullece, por el contrario, si de él se dice “¡es un macho!”. El término “hembra” es peyorativo, no porque enraíce a la mujer en la Naturaleza, sino porque la confina en su sexo; y si este sexo le parece al hombre despreciable y enemigo hasta en las bestias inocentes, ello se debe, evidentemente, a la inquieta hostilidad que en él suscita la mujer. Sin embargo, quiere encontrar en la biología una justificación a ese sentimiento. La palabra “hembra” conjura en su mente una zarabanda de imágenes: un enorme óvulo redondo atrapa y castra al ágil espermatozoide; monstruosa y ahíta, la reina de lo termes impera sobre los machos esclavizados; la mantis religiosa y la araña, hartas de amor, trituran a su compañero y lo devoran; la perra en celo corretea por las calles, dejando tras de sí una estela de olores perversos; la mona se exhibe impúdicamente y se hurta con hipócrita coquetería; y las fieras más soberbias, la leona, la pantera y la tigra, se tienden servilmente bajo el abrazo imperial del macho. Inerte, impaciente, ladina, estúpida, insensible, lúbrica, feroz y humillada, el hombre proyecta en la mujer a todas las hembras a la vez. Y el hecho es que la mujer es una hembra. Pero si se quiere dejar de pensar por lugares comunes, dos cuestiones se plantean inmediatamente: ¿Qué representa la hembra en el reino animal? ¿Qué singular especie de hembra se realiza en la mujer?»

 

Simone de Beauvoir. El segundo sexo [Le Deuxième Sexe], frg., 1949.