Y ahora sé.
Te me quedás atravesando el hormigueo de las manos
mientras revuelvo las páginas,
mientras respiro.
Y me hablás, me jurás, me decís.
Abandonás confesiones, avisos,
narrás.
Descomponés verbos, fatalidades, lenguaje
(lenguaje inflamado, siempre inmune a la lectura, siempre manso,
siempre gálico)
arriba del fuego que quiero incendiar
arriba de mi otra mitad del cuerpo,
resbalás.
Por ahí afuera está eso otro que es ninguno y es todos
que es vos, yo
el pizarrón de agua aplastado que –sabemos- va a terminar en otro
mapa
y todo eso que hablás mientras nos salvo y nos ahogo.
Y ahora me entero, sí,
ahora sé:
no
solamente las olas pueden romper las orillas.