diciembre 10, 2016

un día como hoy nacían #Clarice y #Emily




Incluso sin ser actriz ni haber pertenecido al teatro griego, uso una máscara. Aquella misma que en los partos de adolescencia se elige para no quedar desnudo por el resto de la lucha. No, no es que se haga mal en dejar el propio rostro expuesto a la sensibilidad. Pero es que ese rostro que estaba desnudo podría, al herirse, cerrarse sólo en súbita máscara involuntaria y terrible. Es, pues, menos peligroso elegir sólo ser una persona. Elegir la propia máscara es el primer gesto humano voluntario. Y solitario. Pero cuando finalmente fija la máscara a aquello que se eligió para representarse y representar el mundo, el cuerpo gana una nueva firmeza, la cabeza se yergue altiva como la de quien superó un obstáculo. La persona es.



Clarice Lispector; Revelación de un mundo, 1984.
                                

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Si leo un libro y hace que mi cuerpo entero se sienta tan frío que no hay fuego que lo pueda calentar, sé que eso es poesía. Si físicamente me siento como si me levantasen la tapa de los sesos, sé que eso es poesía. Esta es la única manera que tengo de saberlo. ¿Acaso hay alguna otra?



Emily Dickinson (1830 – 1886)