Es difícil acordarse de todo, ella tenía de quince
para dieciséis años, él si habla mucho de ese tema le viene la gana de ir a
verla (…). Es que fueron muchas noches que pasaron noviando, qué joder,
paseaban primero por la plaza, después todas las casas del pueblo, paseaban, de
veras, es cierto que paseaban. Después se quedaban en el jardín de ella, bien
oscuro, bien apretaditos, hasta que se hacía tarde. Al irse él se daba vuelta
por la calle y miraba la ventana de ella, estaba como siempre, despidiéndose
con la mano, hasta que él doblaba por la calle de los árboles aquellos bien
altos, más altos todavía que él, bastante más altos que él.
Manuel Puig; Sangre
de amor correspondido (fragmento), 1982.